Marie y la soledad de los matraces

Paula Cortiñas Sardi*

MArie Curie foto¿Cómo conquistó esta polaca sin apoyos ni dinero todo eso, tan temprano. Tan sola, tan a contrapelo? Fue una mujer nueva. Una guerrera. Una mutante. 

Rosa Montero.  La ridícula idea de no volver a verte. Seix Barral 2013.

English version: Marie and the loneliness of the flasks

Marie Curie, especialmente para nosotras las mujeres, es un referente de genialidad, constancia y dedicación a la investigación científica. Desde que supe de la existencia de un ser tan apasionado como Madame Curie, siendo niña, he sentido una admiración infinita que ha generado una motivación esencial en los estudios y en el trabajo. Pero Manya Salomea Slodowska, la polaca que se enfrentó a todos los prejuicios de la época, a finales del siglo XIX y principios del Siglo XX, presenta una desconcertante faceta poco conocida y que es explorada de forma incisiva por Rosa Montero en el libro La ridícula idea de no volver a verte. Se trata de una apertura al corazón de Marie en un interesante paralelismo con el de la escritora, en la circunstancia de la muerte de las parejas de ambas.

Además de sus escritos científicos, destacando el descubrimiento de la radiactividad y el aislamiento de elementos radiactivos, se ha tenido acceso a algunos documentos personales que nos permiten extraerla de la santidad científica y hurgar sobre sus roles domésticos, como hija, esposa y madre, adentrarse en la lejana intimidad de Manya. Es increíble, y a la vez perfectamente humano, ver como una mujer, idealizada por todos, que fue pionera en el excluyente mundo masculino de entonces pudiera dar signos de debilidad o agotamiento, conocer cómo se quebró en uno de los momentos más duros de su vida como uno de sus frágiles matraces. Fue la primera mujer en recibir el premio Nobel en Física y posteriormente de Química, la primera mujer en doctorarse en la Sorbona y la primera mujer en dar clases en sus aulas. En el libro de Montero, un maravilloso descubrimiento, de apenas ocho euros, que esperaba silenciosamente a ser recogido de un mesón en una librería de Bilbao, se reseñan varios episodios de su vida cotidiana. Desde una niñez muy infeliz, un desengaño amoroso, una relación convencional para la época con su padre, ya que era huérfana de madre, lo cual para un personaje como Curie fue más una carga que un empuje cuando decide irse a estudiar a París. Es conmovedor conocer de su maternidad compartida con su profesión, algo infrecuente en su tiempo, en medio de una viudez prematura y una relación amorosa tormentosa con la cual intentó paliar su soledad.

La lectura del breve diario que redacta Marie Curie, luego de la muerte de Pierre, es desgarrador. Evidencia una mujer profundamente enamorada que no soportó la idea de seguir viviendo sin él, sin su complemento en lo emocional y en lo profesional. La repentina muerte de Pierre resultó en una gran pérdida para su complejo mundo. En la nota del 30 de abril de 1906, once días después de su muerte en un accidente, expresa: Querido Pierre, a quien ya no volveré a ver aquí, quiero hablarte en el silencio de este laboratorio, donde no imaginaba tener que vivir sin ti. Pude imaginarme a la gran Marie, en la soledad de su laboratorio, derretirse de tristeza como Amélie Poulain. Tras un doloroso período sin investigar, dedicada a su rol de madre con dos hijas y de nuera atendiendo a su suegro enfermo, decidió retomar su trabajo en el laboratorio y encabezar la cátedra de la Sorbona que le asignaron tras la muerte de su esposo, consiguiendo su segundo premio Nobel, esta vez en otra categoría: química. Hasta su muerte trabajó incansablemente en el laboratorio en compañía de su hija mayor, Irène, quien también obtuvo posteriormente un premio Nobel.

Otro de los motivos de admiración hacia Marie Curie, particularmente de las madres trabajadoras, debido a la empatía que genera, es cómo logró compartir el rol de madre con el de científica. Probablemente no fue una madre muy cariñosa, como lo reseña Ève, su hija menor, en la biografía de su madre, pero cumplió su papel a cabalidad siempre al frente de su casa. Confesó en algún momento estar agobiada por tener que distribuirse entre la casa y el laboratorio, sobre todo antes de obtener el premio Nobel, que le permitió a la familia un poco más de holgura económica, ya que debía atender la casa y las niñas sin abandonar su trabajo, lo cual hoy, nos suena muy familiar a muchas. Aun así logró llegar dos veces al más alto galardón de la investigación científica, siendo mujer, viuda, madre, científica y extranjera.

Marie escribe, en la biografía que realizó sobre Pierre: la cuestión de cómo cuidar de nuestra pequeña Irène y de la casa sin renunciar a la investigación científica se volvió acuciante. La posibilidad de desentenderme del trabajo habría sido una renuncia muy dolorosa para mí que mi marido ni siquiera contempló; solía decir que tenía una esposa en la medida que compartía todas sus inquietudes. Siempre me imaginé a la Dra. Curie dedicada exclusivamente a su laboratorio y resulta que no fue así. En las páginas de este breve libro nos encontramos con muchas razones adicionales para celebrar infinitamente su esfuerzo y su existencia.

Los esposos Curie, y en especial Marie, profesaron abiertamente sus ideas humanistas, algo avanzadas para la época. Sus numerosos descubrimientos fueron donados a la humanidad y decidieron no patentar el proceso del aislamiento del radio. Durante la primera guerra mundial, Marie propuso y llevo a cabo el uso de dispositivos móviles para realizar radiografías y así poder tratar a los heridos de guerra, se llamaban los Petit Curie y fueron los primeros equipos de radiología portátiles. La sensibilidad humana de Marie Curie y su desapego al mundo material fueron los principales rasgos de su grandeza. Muere en 1934 víctima de la anemia aplásica producida por la exposición a la radiactividad. Posteriormente, en 1995, sus restos son trasladados, al lado de su amado Pierre, al Panteón de París, siendo la primera mujer que reposa en tan solemne recinto. Marie, hasta después de su muerte ha seguido siendo una pionera.

Gracias al descubrimiento de la radiactividad se cuenta con una de las herramientas más eficaces para el tratamiento del cáncer entre otros usos. Los desvelos de Marie han permitido que millones de personas sean tratadas de forma efectiva, con su trabajo demostró que la investigación científica sólo tiene sentido si se dedica a servir sin condiciones a la humanidad y nuestra querida Marie dedicó su vida en ese sentido. Definitivamente fue una mujer nueva, una mutante.

* Centro de Especialidades Salud Chacao, Instituto de Oncología Luis Razetti y Clínica Santa Sofía. Caracas, Venezuela.

2 comentarios sobre “Marie y la soledad de los matraces

    1. Querida Maria: gracias por tu amable comentario. Regresando de vacaciones. Estoy visitando en este instante tu nuevo blog y me dispongo a leer El Silencio. Recibe nuestro abrazo para ti y Duo. Queremos verles pronto. Con afecto Paula y Jorge

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